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Laureline, enloquecedora y sensata

El presente texto forma parte de los extras al Volumen 5 de Valerian, disponible ya en todos los puntos de venta habituales.

POR STAN BARETS

Ante Valérian, el papel de Laureline es el de encarnar la feminidad. El ser más que el actuar. Para esto, Pierre Christin y Jean-Claude Mézières, nuestros autores, la han dotado de una personalidad sumamente encantadora. Valiente, decidida, independiente, ella muestra un carácter bastante templado que la muchas veces la impulsa a ser irreverente hacia las jerarquías. En el
mundo de la novela gráfica, donde los personajes femeninos muchas veces son muy burdos, Laureline representa una notable excepción. Es un modelo de inconformidad. El raro encuentro de una heroína encantadora y con espíritu.

Los primeros lectores de la serie no se equivocaron. Al ver aparecer a esta vampiresa extremadamente voluptuosa, de inmediato reaccionaron con entusiasmo.

Incluso Mézières afirma que la abundante cantidad de correos que recibieron de los lectores desde los primeros pasajes en el Pilote fue determinante para la perpetuidad de la serie. Rebelde, Laureline no duda en hacer gala de los trajes más provocativos cuando las circunstancias lo exigen (y parecen
exigir cada vez más conforme avanzan los libros). Casi cada libro contiene su escena de encanto, su momento de gracia. Recuerden sus streaptease durante sus diversas pruebas (Las aves del Maestro) (Les oiseaux du maître), su atuendo de vampiresa (Brooklyn Station), o su paso bajo la regadera (Los rehenes de Ultralum) (Les Otages d’Ultralum).
¡Está de más multiplicar los ejemplos, ya que ahora sabemos que Laureline hasta aceptó posar para Playboy!

Pero al mismo tiempo, esta belleza no está satisfecha solo con ser hermosa. Su presencia constituye una verdadera crítica contra la actitud frecuentemente machista de la novela gráfica. Como externó Jean-Pierre Andrevon, uno de los primeros críticos de la serie: “Ella es la que más reflexiona, la que tiene la voz más radical y la más justa, dejando a Valérian enredado en sus contradicciones de héroe, prisionero de sus orígenes, de su cultura, de su clase, de su calidad de funcionario estelar”.

La metamorfosis de los héroes

Ante Valérian, un antihéroe cuyo valor y fuerza están algo toscos, Laureline se afirma paulatinamente como una mujer astuta y afectuosa, siempre lista para a luchar por sus ideales, de la justicia y de la libertad. Ya que son complementarios e inseparables, la relación entre Laureline y Valérian evolucionó rápidamente a lo largo de las historias, como lo destaca este excelente análisis: “Al principio, Valérian es el héroe incuestionable de la historia y Laureline jugaba un papel un poco discreto de cómplice, como en La ciudad de las aguas inestables (La Cité des eaux mouvantes). Pero rápidamente, Laureline reafirma su diferencia. Valiosa auxiliar a partir del segundo opus, El imperio de los mil planetas (L’Empire des milles planètes), ella asegura de inmediato toda su autoridad cuando, separada de Valérian en El país sin estrella
(Le Pays sans étoile), demuestra su capacidad para sobreponerse sola a los obstáculos. Y su emancipación se completa a partir de Bienvenida a Alflolol (Bienvenue sur Alfolol), en la que defiende contra viento y mares los derechos de los Alfololianos”.

Lo que es válido para los primeros cinco libros, no hace más que confirmarse durante el transcurso de la serie. La repartición de papeles entre Valérian, intrépido, despistado e inconsecuente, y Laureline, más reflexiva, constante, astuta, no hace más que reafirmarse. Es sin duda lo que expresa Christin cuando declara: “Yo hago dialogar a mis personajes. Pero Laureline, ella habla”.