Recuerdo que hace algunos años, cuando caminaba por los pasillos del Blockbuster (ese lugar que los lectores más jóvenes sólo conocerán por Captain Marvel), los DVDs estaban repartidos en estantes bien delimitados por género: las de acción de un lado, y del otro las de terror. Al final del establecimiento había una última y reducida sección, rotulada “cine de arte”. Ésta tenía películas tan diversas como Reservoir Dogs, Amélie y Citizen Kane.
Por alguna razón, la lógica de la clasificación por géneros no aplicaba en ese estante. Las películas mencionadas son, en orden, una indie estadounidense noventera de gánsteres, una comedia romántica francesa de los dosmiles y un drama de los cuarenta. Sin embargo, por algún motivo, todas caían en la misma categoría de “cine de arte”.
Otra implicación es que, si hay un cine considerado “de arte”, hay otro que no es clasificado como tal. La cosa se complica si consideramos que, como un todo, el cine es referido como el “séptimo arte”. No importa si hablamos de Michael Bay, Tommy Wiseau, Peter Greenaway o Andréi Tarkovski.
La definición, tal como la distribución de los pasillos de Blockbuster, puede ser arbitraria y subjetiva. ¿Qué es el cine de arte, exactamente? ¿Se trata de películas incomprensibles e impenetrables? ¿Películas que nadie ve, ni las madres de los directores? Intentaremos responder estas preguntas a continuación.
¿Qué es el arte?
Hay que empezar por definir el arte, una cuestión tan amplia que daría para libros enteros. Existen definiciones tan básicas como “toda forma de expresión creativa del ser humano”, pero quedarse ahí no sirve para nada.
El arte ha cambiado su definición y alcances a lo largo de la historia. Sin embargo, desde sus orígenes y en palabras del crítico James Monaco, su motivación es ser una herramienta para describir el universo y nuestro lugar en él. Ésta, su dimensión política, se ha mantenido a lo largo de su historia y numerosas transformaciones.
Con el tiempo, conforme disciplinas como las matemáticas o la filosofía fueron enmarcadas por otros campos, la definición volvió a cambiar. Como bien lo puso el historiador del arte Walter Pater: “todo arte aspira a la condición de la música”. Abstracción, el arte por el arte mismo, se convirtió en la norma, en la búsqueda por su propio lenguaje y esencia. Por otro lado, el arte conceptual abogaba por la predominancia de la idea sobre la técnica y obra de arte en sí.
Con este pequeñisimo resumen del arte y su historia, podemos decir que éste abarca las formas de expresión creativa del ser humano con distintos fines, desde hacer sentido del mundo en que vivimos, al goce del arte en sí. Puede comunicar cosas, pero también perseguir la belleza. Los motivos para crearlo son muchos, y varían entre épocas y artistas.
Sin embargo, a diferencia de la pintura o la danza, el famoso “séptimo arte” lleva apenas poco más de un siglo en nuestra cultura. Su nacimiento influyó a las otras artes y, a su vez, éstas ayudaron a dotar al cine de su propia identidad.
La relación del cine con el arte
La tecnología para grabar sonido o imágenes, y reproducirlos una y otra vez, transformó para siempre el entendimiento del arte. El celuloide que facilitó la fotografía (y el cine, en consecuencia) permitía reproducir imágenes con un realismo y diversidad de perspectivas que la pintura no podía alcanzar. En consecuencia, ésta se alejó de sus normas tradicionales, hacia nuevas técnicas y motivaciones.
El cine, por su parte, nació a finales del siglo XIX como un arte producto de la tecnología. No importa si sus orígenes se atribuyen al kinetoscopio de Edison, al cinematógrafo de los Lumière, o incluso a sus precursores: el séptimo arte nace por un invento complejo. Y con la creciente popularidad del cinematógrafo, tras su primera demostración comercial en 1895, el cine miró hacia las otras artes para desarrollarse. Ésta es una relación que persiste hasta nuestros días.
Así, el cine y el teatro siempre se volvieron parientes cercanos y, a la fecha, el trabajo actoral es uno de los aspectos más llamativos de una película. Y antes de que los primeros cineastas descubrieran que podían mover la cámara y filmar desde diferentes ángulos, las primeras películas se filmaron como obras de teatro, con amplios planos estáticos. Ahí está Voyage dans la lune de Georges Méliès, por citar un ejemplo conocido, aunque no fue la primera ni la última.
Luego el cine se volvió narrativo, como las novelas. Incluso antes de que se pudiera grabar sonido en las películas, éstas eran proyectadas con música en vivo. Cuando su lenguaje visual se volvió más complejo, y con la llegada del color, se volvió más como la pintura y la arquitectura. Algunos han llegado a llamar al cine el “arte total” (“Gesamtkunstwerk”), pues abarca a todas las otras.
Así, sería fácil decir que no hay un cine de arte, sino que todo el cine es de arte. ¿Pero en verdad podemos afirmarlo?
El cine: arte y espectáculo
Una ironía: a menudo se dice que Louis Lumière mismo declaró que “el cine es un invento sin futuro”. Los creadores del cinematógrafo veían su invención más como una atracción de feria.
El cine siempre ha dependido de compleja tecnología y varias manos para existir. Al principio era sólo el celuloide y el cinematógrafo, operado por una persona para filmar y proyectar. Conforme se volvió complejo, su producción ha involucrado más gente: guionistas, camarógrafos, iluminadores, actores, vestuaristas. La lista crece con el avance de la tecnología y posibilidades creativas que ésta abre.
A su vez, la posibilidad de proyectar una sola película a un gran número de gente, convirtió al cine en un espectáculo viable y barato. No tardaron en nacer espacios dedicados a ello, que hoy conocemos como salas de cine.
Mientras el séptimo arte iba explorando sus posibilidades narrativas, dramáticas y visuales, se establecieron sus normas. Películas con ciertas características se clasificaron como dramas. Surgieron las comedias, el terror, los westerns, musicales, el cine policiaco. Los géneros cinematográficos facilitaron la producción en serie de películas, algo que ha caracterizado a Hollywood desde siempre.
¿A qué va todo esto? A que producir una película es costoso y suele requerir mucho dinero. Incluso con todo el placer que puede provocar, el cine es también un producto industrial. Históricamente, lo más sencillo para generar ganancias ha sido apostar por las fórmulas comprobadas, lo que funcionará con el público.
¿Esto quiere decir que el cine de arte es el cine no comercial? No exactamente, pues se trata de una cuestión más compleja. A continuación lo analizamos.
Entonces, ¿qué es el cine de arte?
Como mencionamos arriba, los géneros cinematográficos tienen ciertas normas establecidas, respetadas por miles de películas.
Veamos el ejemplo de las comedias románticas. Dos protagonistas – hombre y mujer, generalmente – se conocen en el primer acto, y no se agradan al principio. En el segundo, ambos atraviesan situaciones cómicas que los acercan, y comienzan a enamorarse. Un conflicto amenaza con separarlos en el tercer acto, pero lo superan y viven felices para siempre. Éste es el esqueleto básico de películas famosísimas, como When Harry Met Sally y Pretty Woman.
Estas fórmulas ya son bien conocidas por el público, y esa familiaridad las hace comercialmente viables. Sin embargo, bien dicen que las reglas están para romperse. El que existan convenciones en los géneros, no quiere decir que no pueda hacerse cine fuera de ellas.
El cine de arte, como el arte en sí, tiene otras intenciones expresivas, más allá de sólo generar dinero. Como mencionamos antes, su objetivo puede ser dar sentido a nuestra realidad. O pueden ser expresiones artísticas como fin en sí mismas (el arte por el arte).
Para ello, una película puede romper completamente con las convenciones del cine en general. Existen obras que se filmaron sin guión, a partir de la improvisación. O sin actores profesionales. Cineastas como David Lynch o Maya Deren se despojan de la lógica narrativa convencional, para ser más como sueños. También existen directores, como Carlos Reygadas, que filman para expresar su visión en sus propios términos, por impenetrables que sean para el gran público.
Este tipo de cine, por sus ambiciones expresivas tan alejadas de lo convencional, muchas veces debe operar fuera del sistema comercial, en el terreno independiente.
Esto nos lleva a otras complejidades: sí, el cine de arte suele ser independiente. Y aunque suele ser el caso, no está siempre peleado con el éxito comercial. También se le asocia con los términos cine de autor, cine de culto, cine experimental y de festivales. Aunque estos no son mutuamente exclusivos, tampoco son la misma cosa.
Y otra consideración al respecto es que, como toda obra de arte, su lectura y apreciación como tal es algo muy subjetivo. La discusión de qué es el arte y que no lo es, nació junto con éste.
Lo importantes es que esta clase de cine exprese (y nos deje algo) más allá de una simple distracción por un par de horas. Que nos haga reflexionar sobre el sentido de la existencia humana, o sobre su irrelevancia en el gran esquema de las cosas. Que sea capaz de llevarnos a los recovecos más oscuros de la locura y la injusticia, o la belleza del amor y de los misterios del universo.
Lo dicho por el actor de teatro Brian Stokes Mitchell:
“Esa es la magia del arte (…): tiene el poder de transformar al público, al individuo, brindarles una epifanía que cambie sus vidas, abra sus corazones, mentes y formas de pensar”.
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