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Frank Miller revisita sus Obras completas de Spider-Man
Ésta es la introducción que Frank Miller escribió para el tomo Spider-Man: Obras completas de Frank Miller, el cual SMASH y Marvel Cómics México tienen para tí.
No puedo recordar qué número fue. Ni siquiera recuerdo qué año era o dónde estaba cuando lo vi. Pero esto es un recuerdo tan vívido como es posible: La primera vez que vi a Spider-Man, peleaba contra robots de apariencia extraña en una portada que tenía dos imágenes en lugar de una… y era el superhéroe más extraño que había visto.
Hasta ese momento, los superhéroes parecían poder intercambiar cuerpo: con mandíbulas fuertes, amplios pectorales y trajes idénticos que necesitaban los emblemas en el pecho para que pudieras distinguirlos. Podían –y, en ocasiones, lo hacían– engañar incluso a sus compañeros, ayudantes y seres queridos sólo cambiándose de ropa.
Y entonces llegó esa portada.
Eso fue en los años 60. Yo era sólo un niño, pero ya había decidido pasar mi vida dibujando cómics. Convencido de que el resto del mundo me permitiría hacerlo, pero tendría que esperar como una década. Mientras tanto, era un gran momento para leer cómics. Después de años de estancamiento, llegó esa portada… y Spider-Man, y los Cuatro Fantásticos, y Thor, y Hulk, y los X-Men. Mientras Stan Lee nos recordaba que la Era Marvel de los cómics estaba sobre nosotros en cada espacio que podía. Lee, Jack Kirby, Steve Ditko y varios más, hacían reventar las convenciones de cómics de superhéroes, produciendo trabajos con una energía y personalidad que este niño nunca antes había visto. Las cosas nunca volverían a ser iguales.
Personalidad. Hulk tenía actitud. Thor era el poder personificado. Reed Richards era flacucho, inteligente, y quizá un poco engreído. Johnny Storm era joven, impulsivo, y sí, feroz. Sue Storm era tranquila, bien hablada, sincera. Y Ben Grimm, bueno, él era un bloque de piedra duro y rudo.
Yo los amaba a todos, pero mi favorito era Spider-Man.
Personalidad. Cada movimiento de Peter Parker era tan distintivo que realmente no necesitaba un disfraz. También, pese a todos sus poderes, era un poco ñoño. Tenía problemas consiguiendo una cita. Cometía errores de vez en cuando. Steve Ditko y Stan Lee hicieron de Spider-Man, mi amigo secreto. Seguí sus juicios y tribulaciones y peleas geniales durante años. Incluso me suscribí, algo que tenías que hacer antes, cuando no había tiendas de cómics y estabas a merced de tiendas con pobre distribución.
Neil Armstrong pisó la Luna. La guerra de Vietnam terminó. Nixon renunció. Un par de presidentes más fueron y vinieron. Tuve mi oportunidad de dibujar a Spider-Man.
E incluso, aunque no había visto un Spider-Man de Ditko durante años, no sentí la necesidad de abrir uno de esos cómics. Todo estaba ahí, esperando, marcado en mi memoria, listo para salir.
Además, tuve la suerte de trabajar con algunos de los mejores talentos del gremio. Los entintadores Frank Springer, Tom Palmer, y mi compañero de mucho tiempo, Klaus Janson, afinaron la torpeza de mi trabajo a lápiz. Escritores como Bill Mantlo, Chris Claremont y Denny O’Neil me enseñaron, por ejemplo, muchos de los trucos de la labor –y soportaron mi amor por las largas escenas de pelea.
Además de eso, también tuve el placer de escribir una historia para Herb Trimpe. Cualquier artista de cómics que comience, haría bien en estudiar su elegante narrativa.
Frank Miller
Junio de 1994
Nueva York