Este es un artículo del 10 de febrero de 2012, escrito por Alan Moore para el servicio de noticias BBC, cuando el grupo de activistas Anonymous se manifestaron ante la firma del Acuerdo Comercial Anti-Falsificación (ACTA, por sus siglas en inglés), ante una posible censura a gran escala.
Si quieres consultar el texto original de Alan Moore sobre Anonymous, te lo compartimos en el siguiente enlace
Preocupaciones
Sin ánimo de exagerar mi caso, todo en el universo observable tiene, sin duda, sus orígenes en Northamptonshire, y la adopción de la máscara de V de Vendetta como un ícono de usos múltiples de los movimientos globales de protesta emergentes no es una excepción.
En el siglo XVII, el Rushton Triangular Lodge era una extraña composición arquitectónica que representaba a la Santísima Trinidad construida por el cada vez más excéntrico Sir Thomas Tresham, quien padecía décadas de arresto domiciliario producto de su franco catolicismo.
Saltar las recomendaciones.
Fue también uno de los dos lugares, ambos de propiedad de Tresham y ambos en Northamptonshire, donde un grupo de católicos disidentes que incluían al hijo de Tresham, Francis, formuló la Conspiración de la pólvora de 1605.
Parece probable que el tratamiento dado al más viejo de los Treshman haya jugado algún papel en la mezcla de quejas de donde surgió la temeraria confabulación.
Genio
A principios del siglo XVII, las tradicionales hogueras que se prendían en los primeros días de noviembre se habían convertido en una suerte de día nacional anticatólico en el que se quemaban las imágenes del Papa.
Como el ideólogo del atentado terrorista del día, el líder de la disidencia católica Guy Fawkes reemplazó con rapidez al Papa como el símbolo de las celebraciones anticatólicas.
Pero si uno se adelanta 300 años y piensa en la Inglaterra de la posguerra en los años 1950, verá que las insurrecciones saturninas fueron adquiriendo connotaciones más ambiguas.
Cuando los padres les explicaban a sus hijos la historia de Guy Fawkes y su intento de volar el Parlamento, siempre se sentía un matiz de admiración en sus voces, o al menos así era en Northampton.
Si bien los niños de esa época tal vez no veían a Fawkes como un héroe, tampoco lo veían como el malvado chivo expiatorio por el que originalmente se le tenía.
Revolucionario
Al inicio de la década de 1980, cuando las ideas de V de Vendetta se empezaron a fraguar en medio de las revueltas veraniegas en contra de Thatcher en Reino Unido y el preocupante surgimiento del Frente Nacional de extrema derecha, el status de Guy Fawkes como un potencial héroe revolucionario parecía confirmarse extrañamente por las circunstancias que rodearon la creación de la tira: fue el artista del cómic, David Lloyd, quien sugirió inicialmente utilizar la máscara de Guy Fawkes como emblema para nuestro héroe antifascista.
Cuando la idea fue recibida con entusiasmo, David compró una de las típicas máscaras de Guy Fawkes, de esas que siempre estuvieron disponibles desde mediados de otoño, sólo para usarla como una conveniente referencia.
Para nuestra sorpresa, resultó que ese fue el año (comprensiblemente, quizás después de un verano tan violento) en que la máscara de Guy Fawkes pasó de moda y fue remplazada por las máscaras de plástico verde de Frankenstein como la parafernalia principal del venidero Halloween estadounidense.
También fue el año en que el término “Guy Fawkes Night” (“La noche de Guy Fawkes”) desapareció del uso común y se sustituyó por el menos instigador “bonfire night” (“Noche de las hogueras”).
En ese momento, los dos notamos lo interesante que era haber pensado en la imagen justo en el punto en el que al parecer estaba siendo purgada de los anales de la iconografía inglesa. Parecía como que no se podía acabar con los símbolos valiosos.
Si de verdad había alguna inquietud del gobierno sobre la máscara y sus asociaciones en la década de 1980, estas preocupaciones se habían evaporado evidentemente en la primera década del siglo XXI, cuando la industria del cine decidió volver a imaginar el relato original como una especie de parábola sobre los sentimientos neoconservadores estadounidenses que surgieron después del 11 de septiembre, donde las palabras “fascismo” o “anarquía” no se mencionaron.
Anarquía y romance
Cuando se hizo la película durante el auge de la legislación antiterrorista, el toque maestro de Hollywood era, al parecer, suficientemente persuasivo para las autoridades como para permitir que una masiva horda de extras vestidos como el terrorista más famoso de la nación protestara de manera vehemente en la Plaza del Parlamento.
Uno no necesita subscribir ninguna teoria casi mística sobre como el mundo de la ideas puede afectar el mundo de la existencia cotidiana para estar de acuerdo con que, visto en retrospectiva, era como si practicamente estuvieran pidiendo que eso sucediera.
Después de eso, no pasó mucho tiempo para que el enigmático personaje de Time-Warner apareciera cubriendo las caras de manifestantes de Anonymous que abuchearon a cientólogos en la calle Tottenham Court.
Poco después empezó a aparecer en manifestaciones antiglobalización, protestas anticapitalismo, ataques concertados de hackers contra quienes se pensaba podían estar facilitando la opresión estatal, y finalmente en los escalones al frente de la Catedral de San Pablo, en Londres.
Pareciera que los profundos colapsos tectónicos de las estructuras de nuestros sistemas políticos y económicos hubieran disparado olas de energía cinética que han atravesado poblaciones humanas en vez de atravesar su usual medio, el agua de mar.
También pareciera que la carismática sonrisa de nuestro personaje les dio una premeditada identidad a estos motivados militantes. Una que encarnaba resonancias de anarquía, romance y teatro que claramente encajan en el activismo contemporáneo, desde los indignados de Madrid hasta el movimiento Occupy Wall Street.
Negligencia
Nuestro actual etos financiero ya no tiene nada que ver con el capitalismo convencional, que al menos implica un brutal sentimiento darwiniano de libertad para todos, a pesar de ser parcial e injusto. Al contrario, tenemos una situación donde los bancos parecen ser una monarquía intocable que está más allá del alcance de la ley, muy por el estilo de las despilfarradoras cortes de Carlos I.
Entonces, una depravada negligencia de los pobres y de las clases medias ha llevado, de manera inexorable, a una reacción imprevista en la espantosa forma de Oliver Cromwell y la guerra civil inglesa que, como resulta, concluyó de manera sangrienta en Northamptonshire.
La respuesta de hoy a opresiones similares parece ser una inteligente, que constantemente evoluciona y es considerablemente más humana, y sin embargo la cara prestada del catolicismo de nuestro revolucionario personaje y su incongruente parafernalia puritana son tal vez un recuerdo de que instituciones injustas siempre pueden terminar atormentadas por volátiles espectros del siglo XVII, incluso si las revueltas de hoy están alentadas más por redes sociales que por pólvora.
Algunos fantasmas se resisten a irse.
Si se trata de ideas tentativamente propuestas en una fantasía apocalíptica hace 30 años, estaría mintiendo si no admito que cualquiera que sea la utilidad que le proporcionan a radicalismos modernos es muy satisfactorio.
Para una predicción totalmente desinformada de nuestro futuro político, se siente como una V de validación.
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